“Aprendí a conjugar el trabajo de las iglesias evangélicas y la política, sin mezclar una cosa con la otra”, afirmó el diputado provincial que integra la coalición de gobierno Unidos. Pide “congeniar con quienes piensan diferente para lograr posiciones de encuentro y transformar realidades”
Walter Ghione es un integrante de una tradicional familia de pastores evangélicos. Cada domingo se para frente a su comunidad en zona norte de Rosario, toma el micrófono y predica a sus hermanos en la fe. En paralelo, cada semana, recorre el camino que separa Rosario de Santa Fe para alzar su voz en la Cámara de Diputados de la provincia. Va por su segundo período como legislador. Además, integra una coalición de gobierno con matices de casi todo el espectro ideológico, en el que muchos podrían mirarlo de reojo por su formación religiosa. Ghione es firme en sus creencias, pero pide “no mezclar” Iglesia y Estado. Como dos caras de la misma moneda, también advierte que considera un error no reconocer las creencias del pueblo.
—¿Cómo fuiste llegando a la política desde tu posición de pastor evangélico? ¿Cómo fue ese proceso?
—Vengo de familia de pastores evangélicos. La mía es la tercera generación. Crecí en el ámbito evangélico de la organización Asamblea de Dios, que es pentecostal. Mi papá siempre nos inculcó el tema político, siempre miraba programas de política y en casa se discutía bastante, aunque no tenía una inclinación.
En nuestra organización evangélica, Asamblea de Dios, una de las más antiguas del país, sí había mucha gente ligada al peronismo en ese tiempo, y a los gremios. Fue una de las cuestiones por la cual los evangélicos en Argentina nunca fueron directamente a la arena política, sino que se quedaban un poquito más alejados, porque tenían garantizados ciertos valores y principios. No había un desarrollo de militancia.
En ese momento estaba mal visto que desde la iglesia evangélica se envíe a la gente a que participe políticamente, pero mi viejo siempre estuvo de acuerdo, porque traíamos el espejo de Brasil, donde era muy común que los pastores militen en política. A mi viejo siempre le pareció que había que estar en la política.
Yo pastoreo una iglesia en zona norte, en Rondeau al 2600. Me ayuda muchísimo y lo necesito, aunque hay una discusión interna a nivel nacional, por mi caso específicamente, en relación a si tendríamos que dejar el pastorado para estar en un cargo público. Es un debate que se está dando en la iglesia evangélica hoy en día y uno de los casos es el mío, porque no hay muchos pastores ocupando cargos públicos.
—¿Aceptarías abandonar tu función como pastor?
—Esa posibilidad la veo muy lejos y muy difícil porque lo que están haciendo conmigo en este tiempo es estudiar la cuestión. Vengo de una familia tradicionalmente evangélica donde todos mis hermanos, abuelos y tíos, son evangélicos. Somos la muestra justa para ver cómo se pueden sostener ambas cosas. Tenemos muchos debates internos. Yo también les llevo un montón de cuestiones a las cabezas evangélicas a nivel nacional sobre ciertos comportamientos que también tiene la iglesia evangélica y que tiene que empezar a mejorar, además de ver cómo podemos formar gente en política.
Hace un par de años visité el Capitolio y hay un sector con cerca de 100 estatuas de personas que estuvieron en el tiempo de la Guerra de la Independencia. Muchos eran pastores protestantes. Me parece que no está mal, de hecho en mi propia congregación tengo militantes socialistas. Una premisa nuestra es ser sal y luz. Desplegar tus valores ahí donde estás. Si entendemos que llegaste ahí porque Dios lo permitió, ¿quién soy yo para traerte, arrancarte o extirparte de ese lugar?
En mi congregación no tengo muchos militantes de mi partido. Es un desafío. No bajo ninguna línea política. Todos los domingos predico. Es una Iglesia más pequeña porque no puedo tener la capacidad de tener mucha gente cuando no estoy mucho tiempo. Los domingos viene gente a la iglesia a hablar conmigo y nos cuenta realmente lo que está pasando. Mi esposa es médica y es la verdadera pastora de la iglesia, porque lleva adelante lo que yo no puedo, y mis dos hijos también trabajan en la iglesia. Para nosotros el fin de semana es trabajar juntos en la iglesia y el momento que puedo estar con ellos.
—¿Y el ingreso concreto a la política cuándo se dio?
—Primero vinieron a buscar a mi viejo. Él fue presidente del Consejo Pastoral de Rosario. Por eso tenía reuniones con el gobierno provincial, más que nada en 2001. Los gobiernos empezaron a ver a la iglesia evangélica como un brazo de ejecución de ayuda social muy fuerte y se empezó a establecer una relación muy directa entre los diferentes actores políticos y la iglesia evangélica.
Desde el Consejo de Pastores mi papá tenía mucha y muy buena relación con (Hermes) Binner y (Miguel) Lifschitz. Pero vinieron a buscarlo del peronismo provincial y mantuvieron muchas reuniones en 2005 y 2006, con vistas a 2007. En esa época, a nivel nacional estaba la cuestión de la transversalidad y el caso de Lula en Brasil, en 2003, con el apoyo de la iglesia evangélica. Eso había hecho ruido en el peronismo y los brasileños le habían aconsejado a los actores políticos de ese tiempo en Argentina que busquen a las iglesias evangélicas.
En Santa Fe empezaron a buscarlo a mi viejo y yo participé en muchas reuniones acompañándolo. Yo quería ser periodista y en ese tiempo estudiaba. En 2007, 2008, mi papá dijo que no y me propuso seguir a mí. Yo no era pastor todavía, era líder de jóvenes y habíamos hecho muchos movimientos a nivel social con los jóvenes, donde visitamos escuelas y lugares vulnerables. Hicimos un montón de cosas muy lindas. Siempre todo el trabajo social te moviliza para tener una visión diferente y ver cuánto se puede ayudar a esa territorialidad desde lo político.
—¿Y cómo se definió ese proceso?
—Un amigo me dio una orientación, quise afiliarme en algunos partidos, pero cuando fui con la agenda de la iglesia evangélica me decían que no. Había una escuela de formación política dentro del peronismo que me formó bastante en algunas cosas, pero no estaba muy de acuerdo con varias cuestiones que se planteaban. Me incomodaba que ellos mezclaban mucho religión con política. Tiene que haber una separación lógica. Tomar un partido político como una cuestión religiosa es un peligro y veo que lamentablemente se fue a ese nivel, el de abrazar una ideología política como si fuese una religión. Me pareció una locura, entonces me alejé y empecé a tener relación con otros actores. Y a escuchar un poco todas las voces.
Entendíamos que no encajábamos en ningún partido político, sino que teníamos que formar algo de base. Empezamos a charlar con muchos pastores y actores políticos evangélicos a nivel nacional que nos empezaron a orientar, y fuimos armando equipos territoriales que no eran fáciles de encauzar dentro de una idea política, porque tampoco nosotros la teníamos muy clara.
—¿Cómo fue esa movida con los pastores?
—En 2009 presentamos un acuerdo en nuestra primera participación en una elección nacional, con una lista llena de pastores. Hicimos una locura, pero quisimos medirlo, así que hicimos una lista de diputados nacionales que eran todos pastores y sacamos cerca de 28.000 votos aproximadamente en toda la provincia. Era una experiencia donde todavía había boleta papel, no había redes y no había plata. De ahí, la mayoría de los pastores dijeron que no, pero sirvió para dar la posibilidad de visibilizar el hacer política desde los valores cristianos, trabajar en el territorio de una manera diferente y formar a las nuevas generaciones.
Ahí nos acomodamos y en 2011 me presenté como candidato a concejal. Recorrimos iglesias, presentamos una lista y logramos casi 10 mil votos, cuando no había Paso todavía. Después me vino a buscar el Sindicato de Barrido y Limpieza, con (Marcelo) Pipi Andrada, que quería que en 2013 participara de las elecciones junto a Carlos Coscia. Empezamos a laburar y volvimos a recorrer muchas iglesias. La campaña nuestra terminó visitando iglesias y vacunando perros. Logramos que Carlos entre al Concejo en 2013 y con él hice mucha escuela porque me llevó a trabajar con él y conocí a gran parte de lo que es hoy es mi equipo. Ahí aprendí a conjugar el trabajo de las iglesias evangélicas y la política, sin mezclar una cosa con la otra.
—¿Sin mezclar?
—Desde la iglesia protestante evangélica hemos levantado siempre la división entre Iglesia y Estado. Para nosotros es importante, pero no significa que cada uno no cumpla su rol, ni que actores que hoy están en la iglesia no puedan trabajar como funcionarios públicos. Hay que trabajar en conjunto y articular, pero sin mezclar una cosa con la otra.
En 2015 fuimos solos, con el partido Unite de José Bonacci y estuvimos a muy poquito de superar el 3% del padrón. No pudo ser. En 2017, Coscia intentó ser reelecto como concejal y nosotros tomamos la decisión de ir con una lista propia para diputados nacionales y medirnos a ver si podíamos al menos superar las Paso. Hicimos una campaña muy fuerte de algunos temas que no se discutían en ese tiempo, como por ejemplo el aborto. Salimos con un spot bastante fuerte sobre el tema que levantó bastante polvareda, porque los únicos que hablaban del tema eran la izquierda y nosotros. De los 10 candidatos que pasamos las Paso salimos últimos. Sacamos aproximadamente 33.000 votos en esa elección, pero pusimos el tema en agenda. En marzo Mauricio Macri dijo que iba a debatir el tema aborto y, más allá que el debate fue bastante cruel a nivel social, porque nos dividió bastante, a nosotros nos ayudó a posicionarnos con un lugar que nadie ocupaba.
—Ahí llega el vínculo con Amalia Granata.
—Claro, en 2018 hablé con Amalia Granata para ver si estaba interesada en participar y presentar una lista de diputados provinciales. Me dijo que no, que prefería ser diputada nacional, pero al tiempo me llamó para ver si estaba en pie la propuesta. Fuimos a hablar con ella y la verdad que me resultó muy piola. Pensamos en una estrategia de una campaña sin plata, simple, y con solo dos días de campaña por semana, que era lo que ella podía destinar por su trabajo. La lanzamos con la premisa del pañuelo celeste, ya que estaba todavía fresco el debate y fuimos a una elección donde pensamos meter dos o tres diputados y terminamos metiendo seis, lo que fue una sorpresa. A nosotros nos une todavía esa lucha, pero después teníamos pensamientos muy diferentes en otros temas con todo el grupo. Ese grupo se instaló solamente en torno a lo que fue el debate de aborto y sabíamos que en un momento iba a agotarse. La ley, nos gustara o no, se iba a imponer, porque vino un candidato a presidente que hizo campaña con el tema. Ahí empezamos a meternos con otros temas que veíamos que no estaban en la agenda y los empezamos a trabajar.
En 2019 fundamos el partido Uno en Buenos Aires, con una mirada nacional y una vocación frentista. Con actores evangélicos que habían quedado muy heridos de la gestión de Macri, mucha gente que trabajaba en el gobierno en la gestión del macrismo, otros partidos evangélicos más chiquitos que trabajan en otras provincias que también habían quedado un poco sueltos. Nos juntamos en Buenos Aires y fundamos el partido Una Nueva Oportunidad (Uno), en noviembre de 2019. Entramos ya a la Legislatura. Primero tuvimos que crear rápidamente un partido a nivel provincial para que nos dejaran asumir como diputados, que fue el partido Vida y Familia, pero sabíamos que lo íbamos a perder porque estábamos muy concentrados en un tema base.
—¿Cómo fue eso?
—Creíamos que nuestra vocación tenía que ser parte de un frente, no de ir solos. Congeniar con quienes piensan diferente para lograr posiciones de encuentro y transformar realidades. Gran parte del grupo estaba enojado con esa posición y se fue desgastando el bloque. En 2020, durante la pandemia, hicimos muchísima militancia en redes sociales con conversatorios todas las noches con gente de todas las provincias donde se hablaba de política. Pertenecí a ese bloque hasta 2021, cuando se comenzaron a cerrar las listas. Participamos a nivel nacional con Juntos por el Cambio, lo que molestó bastante a los compañeros y nos echaron del bloque. Tuvimos que formar un monobloque del partido y ahí me integré a Juntos por el Cambio.
Ya en esa misma elección, donde competíamos con Maximiliano Pullaro, habíamos tenido charlas con él. En 2021 nos sorprendió la elección que había hecho porque nosotros estábamos dentro de la lista de (Federico) Angelini, (Amalia) Granata, (Luciano) Laspina y (Gisela) Scaglia. Después que terminó esa elección hubo un reacomodamiento nuestro, donde analizamos cómo había sido la elección. Esa fue una elección complicada porque Amalia no quería participar donde estábamos nosotros y estaba dentro de la misma lista.
—Ahí surge el acercamiento a Pullaro.
—Empezamos a pensar muy bien las elecciones de 2023 y nos gustó mucho desde el primer momento el equipo que estaba formando Maxi, porque ya lo conocíamos dentro de la Legislatura. Se hablaba de que ellos estaban reuniendo equipos de educación, de producción y de seguridad en 2022 y todavía ni sabía si se iba a armar un frente o no. Hacía mucho ruido el tema del frente. Teníamos que construir esa confianza para que supieran que no somos unos locos fundamentalistas. Si no construimos juntos y no nos ponemos de acuerdo los que pensamos completamente distinto es muy difícil salir adelante. Era todo un desafío y Maxi lo tomó desde el primer momento, porque fue uno de los que, junto con Felipe Michlig, de alguna manera construyó este frente.
Tuvimos varias charlas donde nos gustó mucho el proyecto de Maxi y lo acompañamos desde un primer momento. Antes de «ponernos los anillos» y hacer el pacto lo hicimos recorrer muchas iglesias nuestras para que vea el trabajo que se estaba haciendo en los lugares más vulnerables. A él le impactó mucho. Lo llevamos a los sectores más difíciles. La primera iglesia que visitó fue en Vía Honda, donde se le acercó un familiar de alguien que estaba preso y le decía que ellos, gracias a Dios, estaban cambiando su vida. Lo mismo pasaba en casi todas las iglesias y a él lo cautivó bastante.
No se puede separar la fe de un pueblo, porque es la esencia de la cultura del pueblo. No podés mostrar algo por quedar bien con una ínfima minoría y quitarle el apoyo a la gran mayoría de los santafesinos que son gente de mucha fe. Tenemos que ser respetuosos y abrazar algo que para los pueblos es muy importante a nivel latinoamericano.
¿Qué sería de Evo Morales sin su cuestión religiosa y ancestral? Nosotros veíamos esa contradicción, ya que mientras Evo Morales haciendo la Pachamama era un grande total, nosotros haciendo una oración y elevando una plegaria al cielo éramos retrógrados. Estamos hablando de la fe de los pueblos. Uno de los grandes fuertes de Maxi (Pullaro) es que la gente vio que pese a ser católico fue a lugares evangélicos y le habló a la gente evangélica. Lo charlamos con él y nos pidió permiso para ver qué podía decir para ser agradecido con toda la gente de fe. A nosotros nos pareció muy bien que cuando termina los discursos diga: «Dios bendiga a la provincia de Santa Fe». Nuestra provincia se llama Santa Fe de la Vera Cruz, ¿qué más querés? No es mezclar una cosa con la otra. ¿Por qué negar esa cuestión cultural que tenemos?
—¿Cómo está la convivencia interna dentro del partido? ¿Cómo es en lo personal y en lo político? ¿Suponés que hubo o habrá algún mojón legislativo que implique un desafío para la relación entre tu construcción política en el marco de la alianza que integrás?
—Hasta ahora la convivencia fue correcta. Estoy gratamente sorprendido, porque pensamos que íbamos a tener más tensiones, que lógicamente siempre hay, pero en el marco del respeto y de reuniones donde se habla muchísimo. Es para destacar, porque uno también está para aprender y hay gente de mucha experiencia en la política que para mí es muy enriquecedor. Cuando se plantea un tema específico hay voces a favor y en contra dentro del mismo frente, pero respetando las mayorías parlamentarias que tienen voz y voto. Ahí pesa a veces un poquito más alguna mirada específica, pero yo creo que hasta ahora en las cuestiones de fondo nunca hubo ningún tipo de pelea fuerte.
Está muy fuerte el frente. La última votación de la reforma previsional fue bastante complicada y creo que dejó en evidencia la fortaleza que tiene este frente porque era más fácil romper en ese momento, pero realmente se los vio a todos a la altura de las circunstancias que estamos atravesando. Con algunos legisladores tengo en lo personal o en lo político más acercamiento que con otros. Son bastante prejuiciosos en algún sector, pero yo me río un poco porque trato de charlar uno por uno, que nos vayamos conociendo y saber qué límite yo tengo y qué límite tiene el otro.
—¿Vos entendés que lo personal está por sobre lo ideológico?
—Totalmente. Se encaran una serie de reformas importantes para nuestra provincia y veo que tiene mucho futuro este frente tal como está trabajando, principalmente en la Cámara de Diputados, donde hay mucha comunicación interna y respeto entre los que más experiencia tienen.
—¿Presentaron algún proyecto sobre la reforma constitucional?
—Nosotros presentamos un proyecto hace ya dos años atrás. Tiene algunas estacas ideológicas propias de nuestro espacio, pero estamos abiertos a poder evaluarlas para que sea una reforma que sea parte de una gran solución institucional a nuestra provincia. Entendemos que tiene que ir en el marco de acuerdo con las demás fuerzas, porque no debe pesar solamente la mayoría propia. Creo que el peronismo en muchas cuestiones está muy de acuerdo con varios puntos de la reforma y estaría bueno alcanzar un nivel de entendimiento en ese sentido.
Estamos en un momento justo, porque no sé si vamos a tener otro momento en la historia de nuestra provincia para lograr una reforma que deje de lado privilegios y que realmente garantice derechos y responsabilidades para todos los actores políticos. También en un clima de época un poco complejo, donde la ciudadanía está esperando un gesto importante de parte de la política. La gente está muy enojada con la política, pero me parece bueno si la reforma acompaña los cambios que entendemos que debe haber, para que no haya más gente perpetuada en cargos y todo esté en un marco de razonabilidad.